Portada del libro.
Juan Pedro Valenzuela Doussinague es el autor del libro "El balneario de Santa águeda". Descendiente de los fundadores y propietarios del balneario. ha dedicado cinco años en investigar, documentarse y escribir el libro, recuperando la memoria de aquel emblemático establecimiento y mostrar el reconocido meritorio esfuerzo de las tres generaciones de empresarios que gestionaron la casa de baños.
Por el balneario de Santa Águeda, pasaron muchas de las más destacadas personalidades del siglo XIX para beneficiarse de sus aguas sulfurosas. Entre ellos destacaron las reinas Isabel II y María Cristina de Borbón, Emilio Castelar y Ripoll, el General Francisco Serrano Domínguez, Práxedes Mateo Sagasta, Manuel Alonso Martínez, Juan Álvarez Mendizábal, José Abascal y Corredano, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Antonio Cánovas del Castillo y su segunda esposa doña Joaquina de Osma y Zavala, y otras muchas personalidades del mundo político, empresarial, cultural y social de la época, que encontraron en sus magníficas instalaciones, situado en un entorno natural idílico, el ansiado reposo para sus fatigas y la cura para sus problemas de salud.
Atendida la importancia de sus clientes, no podían faltar historias curiosas. Su presencia convertía el establecimiento en un centro de poder durante los meses de verano. La hemeroteca de la época recoge cómo " se fraguaba el hierro de donde saldrían las próximas cortes". En sus piscinas, jardines y salones, " se hundía a un poderoso, se echaba a perder una provincia o se premiaban servicios extraordinarios". Era un lugar animado, alegre y distendido.
La visita de la reina Isabel II, siendo una niña de 14 años de edad, al balneario de Santa Águeda en agosto de 1815, aquejada de una erupción cutánea, es un exponente del prestigio que gozaba aquel establecimiento termal, inaugurado menos de veinte años antes por el emprendedor Ramón Mendía Unsain.
El anuncio de la llegada de la reina niña a Mondragón, acompañada de su madre María Cristina y del Presidente del Gobierno , General Narváez, generó un espectacular frenesí para organizar los preparativos. El autor del libro dedica un capítulo a la visita de la joven reina, en que Arrasate se transformó de manera que, las casas se blanquearon interior y exteriormente, y se amplió la carretera a Gesalibar , al tiempo que se abrió un camino serpenteando para que pudiera subir del jardín de Monterrún hasta la ermita de San Cristóbal.
La reina no volvería más a Santa Águeda. El libro explica el incidente diplomático que empañó su visita a Mondragón, pero su paso repercutió en la fama y la reputación de la casa de baños de Gesalibar.
Las personalidades que frecuentaban en verano Santa Águeda, acudían al balneario atraídos por los efectos curativos de sus aguas sulfurosas, si bien los tratamientos hidroterápicos no estaban reñidos con la buena mesa. El autor del libro ha rescatado algunos de los deliciosos y abundantes menús de la alta cocina francesa, que se servían en el elegante y reconfortable comerdor del establecimiento.
Sin embargo un trágico suceso acontecido en sus instalaciones el día 8 de agosto de 1897, en que el anarquista italiano Michele Angiolillo Lombardí, asesinó de unos disparos al Presidente del Gobierno Antonio Cánovas del Castillo, que se encontraba sentado en un banco del interior del establecimiento, esperando a su esposa para ir a comer en el restaurante.
Antonio Cánovas del Castillo, seis veces Presidente del Gobierno, fue un personaje trascedental en la historia del establecimiento. Protagonista de dos capítulos en el libro, uno sobre sus veranos en el balneario y el otro sobre su asesinato. Fue cliente habitual desde el año 1868.
A consecuencia del asesinato, el balneario cayó en desuso, y sus propietarios lo pusieron en venta, siendo adquirido por el Padre Benito Menni, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
PRIMER CENTRO DE ASISTENCIA PSIQUIÁTRICA EN EL PAIS VASCO.
Como complemento a la información que precede, me permito añadir, para poner punto y final, que el dia 11 de junio de 1898, el Padre Benito Menni abría en el antiguo balneario, la Casa de Salud de Santa Águeda, para dedicar aquellas instalaciones a la asistencia de personas con enfermedad mental, a cargo de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, en el ala donde se produjo el asesinato y de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, al otro lado de la carretera, siendo el primer centro de asistencia psiquiátrica en el País Vasco.
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