sábado, 9 de marzo de 2024

UN NIÑO EN BRAZOS DE JUAN DE DIOS.

 



Pere Vallmitjana. Abadia de Montserrat año 1936.

Continuación del anterior post de este mismo blog, que tal y como informé, corresponde a un artículo que tuvo la gentileza de enviarme el Hno. Ramón Martín, de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de Sant Joan de Déu, de Sant Boi de Llobregat, y que publicó en "El Reloj de la Torre", volumen 1, número 19. Me limito a reproducir aquella información.

" Un día Pedrito subió a Montserrat y llamó a la puerta del noviciado de los monjes benedictinos. Lo admitieron  en el monasterio, formó parte de la comunidad durante bastantes años y sus restos hoy reposan en la cripta de la iglesia abacial". 

Así  comienza el relato que el Hermano Giuseppe Magliozzi, romano de nacimiento y misionero filipino  de vocación, escribió para la revista de la Orden. Lo hizo tras una minuciosa investigación en los archivos de la Abadía de Montserrat. Hoy nos lo brinda íntegramente El Reloj de la Torre.

No pretendo contaros un cuento puesto que ésta  es una historia verídica, seria y convincente de un muchacho de 18 años que se llamaba Pedro Vallmitjana y cuyo rostro es sobradamente conocido por los hermanos de San Juan de Dios y muchas personas que lo habrán  contemplado en la escultura del santo que preside muchas iglesias de la Orden o en la hall de entrada de algunos de sus hospitales. Y como no, en los millares de estampas que durante muchos años viene reproduciendo dicha imagen.

Este joven nació en Barcelona el 19de mayo de 1875 y al cumplir los 18 años manifestó el deseo de hacerse monje benedictino. Su petición fue aceptada y, por lo tanto, hace ya poco más de un siglo (29 de junio de 1893) que el joven Pedro fue admitido  en el noviciado del monasterio de Montserrat. Hizo la profesión simple, el 18 de agosto de 1894 y la solemne el 31 de diciembre de 1899.

Era hijo de un conocido escultor, Agapit Vallmitjana (1833 - 1905), autor de numerosas esculturas de carácter religioso entre las cuales destaca la del Cristo yacente, premiada  en las exposiciones internacionales de Viene en 1872 y de Madrid en 1876 y que al fin fue adquirida por el Gobierno español para el Museo de Arte Moderno.

El escultor, que se había casado con la conciudadana Irene Abarca, fue padre de cinco hijos. Pedro fue el cuarto y sufrió desde pequeño una grave forma de raquitismo de la que los médicos dijeron que difícilmente se salvaría y que, en todo caso, quedaría disminuido para siempre. Pero Agapit era un hombre  profundamente religioso y ofreció este hijo enfermizo a la Virgen de Lourdes. El niño se curó y el padre lo llevó al santuario de Lourdes para dar las gracias a la Virgen por lo que él  consideraba un verdadero milagro.

Agapit quiso manifestar también de otra manera su gratitud al Señor regalando a los hermanos de San Juan de Dios de Barcelona, que precisamente prodigaban  sus cuidados a los niños raquíticos, una imagen de su fundador con un pequeño enfermito en brazos, cuyas facciones son exactamente las de su hijo Pedro. La imagen es de tamaño natural, esculpida en madera y durante largos decenios fue venerada en la capilla del hospital. Hoy, por seguridad, se encuentra expuesta en las dependencias de la comunidad de Hermanos del Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues y varias copias de la misma reproducidas con gran calidad se encuentran en distintos hospitales de la Orden en España.

Durante la Guerra Civil se evitó la destrucción de la escultura porque los frailes ya se habían ocupado de esconderla antes de julio de 1936. Al volver la paz, la imagen fue expuesta  por algún tiempo en un museo y, finalmente, pudo regresar a la capilla de los Hermanos, donde permaneció hasta que con la apertura  de la nueva ubicación del hospital en el barrio de Finestrelles (Esplugues) fue instalada en el vestíbulo, cuyo vínculo histórico y afectivo con el antiguo  asilo - hospital de Les Corts. El San Juan de Dios de A. Vallmitjana es una imagen muy conocida en toda la Orden Hospitalaria y de entre las más reproducidas del santo.

Pero volvamos a Pedrito, el niño que aparece en los brazos del santo  en la escultura y que, como hemos visto, llegó a hacer su profesión solemne como monje de Montserrat en 1899. El nuevo siglo le traería no pocas novedades. Aunque era un joven de mediano talento, gracias a su buena voluntad y a su constante empeño consiguió completar felizmente los estudios, por lo que fue ordenado sacerdote el 2 de mayo de 1901.

La Abadía de Montserrat estaba confederada, desde finales de 1862, con la de Cassino y se distinguía  por una notable atención a las misiones, tanto que su abad en 1895, Don Josep Deás, se trasladó personalmente  por dos años a Filipinas para fundar allí la primera comunidad benedictina. También Pedro Vallmitjana  marchó a las antípodas poco después de ser ordenado sacerdote, llevando hasta allí el mensaje de San Benito y la devoción a la Moreneta. Dicen que tenía un carácter  algo impetuoso, pero con los años llegó a conseguir un buen autocontrol que le hacía perecer sumiso por naturaleza. Sabía mostrarse atento  con todos y se distinguía por su apego a la vida de oración y a las devociones piadosas. 

Después de haber permanecido varios años en Australia y tras una nueva estancia en Montserrat, el padre Pedro Vallmitjana a sus casi 50 años, fue trasladado en 1924 a la comunidad de Nápoles. Al regresar definitivamente en España, pasó algunos años en la finca de Can Castells. Mientras tanto, la situación política española se estaba haciendo  cada día más tensa y arreciaban las persecuciones contra los miembros de la iglesia católica . Sin embargo, él no se alteraba y el 5 de junio de 1935 escribía al jesuita  padre Juan Arce: " No crea que me encuentro desalentado; al contrario, cuanto más aumenta  la persecución me siento, gracias a Dios, más animado y atrevido, pero sobre todo confiado en la Divina Providencia y en la Virgen María".

Al estallar la Guerra Civil se encontraba en Montserrat como maestro de jóvenes, pero la comunidad fue obligada a evacuar el monasterio y el padre Pedro se alojó  en casa de su Hermenegildo. Sin embargo, como allí era demasiado conocido, le realojaron por prudencia en otra casa de la Aribau, número 89, que pertenecía al ciudadano suizo Juan Drescher.  Éste quedó sorprendido  por la serenidad del benedictino y no olvidó nunca unas palabras que le oyó pronunciar  una tarde en que hablando de  los increíbles crímenes que aquellos días se cometían en nombre de la libertad: " Si con el sacrificio de mi vida pudiese conseguir el fin de esta horrible carnicería, aceptaría de buen grado dicho sacrificio". Y como quiera que Drescher  expresara su propia incredulidad , el monje benedictino, sin mostrarse ofendido por la duda de su benefactor añadió tranquilamente: " Dios sabe  que yo no soy aficionado a las palabras huecas".

El 15 de febrero de 1937 hubo un registro en la casa y cuando el padre Vallmitjana salió de su habitación, al verle tan tímido y modesto, le dijeron sarcásticamente: "Usted es cura?, y como él cándidamente replicó: "No soy cura. Soy monje de Montserrat", se lo llevaron a la prisión del Guinardó.

Desde allí  fue trasladado a la cárcel de San Elías, y después de unos diez días, fue fusilado en Cerdanyola, donde lo enterraron  en una fosa común  en la iglesia junto al cementerio.

Acabada la guerra, fue posible identificar sus restos que se trasladaron a Montserrat el 22 de junio de 1943, depositándolo en la cripta  de la iglesia abacial junto a lo demás monjes caídos tras la cruel  persecución religiosa (1).

(Tomado de Fra. Giusepe Magliozzi, OH. Información y Noticias. Número 130, página 285. Octubre-Diciembre 1993).

(1) José TARIN IGLESIAS. "Los Mártires de Montserrat". Ed. La Hormiga de Oro. Barcelona, 1959. Detención y martirio de Don Pedro Vallmitjana. Cap. VI. "Pensemos en el cambio de vida que nos aguarda", página 64) 



1 comentario:

  1. Com sempre historiss reals per pensar que ls humanitat cruel existora mentres hi hagi mon

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