domingo, 19 de agosto de 2018

UNOS PSIQUIATRAS REUNEN, EN UN LIBRO, LAS CARTAS DE LOS ENFERMOS CONSERVADAS EN EL ARCHIVO DE LA CASA DE DEMENTES DE SANTA ISABEL, DE LEGANÉS (MADRID).

Portada del libro.


Desde los años centrales del siglo XIX, algunos psiquiatras fomentaron  la escritura con finalidades diagósticos y terapéuticos en sus enfermos mentales.

Olga Villasante, Ruth Candela, Ana Conseglieri, Paloma Vázquez de la Torre, Raquel Tierno y Rafael Huertas, han recopilado las experiencias de los internamientos tal y como lo escribían los enfermos en las cartas que se conservan en sus correspondientes expedientes personales en los archivos de la Casa de Dementes de Santa Isabel, de Leganés (Madrid), desde los años 1852 hasta 1952, donde los asilados rogaban la salida de aquel horrible lugar  a quienes les quisieran oir. La pena es que nadie los escuchó, porque aquellas cartas  jamás llegaron a sus destinos. (1)

De entre aquellas cartas, Anselmo -- nombre falso de un paciente para incorporarlo al libro -- era un brillante abogado que fue alcalde mayor en Cuba y catedrático de derecho de la Universidad de La Habana, hasta que en el año 1846 empezó a mostrar síntomas de excitación maníaca con ansiedad y agitación, " a consecuencia de un excesivo trabajo y el uso inmoderado de café", según figura en su historia clínica. Estuvo ingresado once años en la Casa de Dementes de Santa Isabel, soportando cómo las monjas se divertían a su costa, según explicaba. "Ya no voy a misa ni me acerco donde pueda encontrarlas", dejó escrito. Sus cartas están redactadas con las facultades de un letrado y en un castellano de otros tiempos.

Una de las cartas más estremecedoras es la que firma Adela, tachada de mujer "infantil", tanto que hasta la matriz -- decía el ginecólogo -- padecía de "infantilismo". Sin embargo no le impidió casarse, con 19 años, ni tener cinco hijos. Después del segundo parto, un dolor en la zona ovárica le arrancaba gritos que su marido combatía con morfina, hasta que suspendió las dosis y la acusó de derrochar en compras y de tener relaciones con un indivíduo, algo a lo que ella atribuyó siempre al encierro que decretó su esposo. A él le ruega, con sus cartas, que le visite con los niños. "Te prometo no hablarte para nada de irme. Escríbeme y dime de nuestros hijos. ¿Quién cuida de Rafaelín?, ¿quién hace las trenzas a las niñas, ¿y el abrazo de Pepín?, ¿estudia Antoñito?. Los tengo clavados en mi alma a los cinco y a tí. Anúlame de tu vida  ¡ pero por Dos !. Déjame al lado de mis hijos". Rafelín sólo contaba tres meses y su madre tenía  " los pechos llenos de leche" que no podía sacar y una "enorme colitis con dolores horribles". "¿ Tu sabes dónde me has enviado?, ¿tu tienes idea siquiera de lo que es un manicomio?" le reprochaba a su  marido.

Aquellas instituciones constituían, en aquellos tiempos, penosos  encierros, para la mayoría de por vida, donde unos pocos médicos y alguna monjas se ocupaban de más asilados de los que podían. A la escasez de recursos se añadía la insuficiente higiene. Existe constancia documental de la preocupación del alcalde de Leganés por el foco de infección que suponía el sumidero del manicomio, con olores insoportables y la presencia de ratas, a escasos metros de un colegio de niñas.

A juzgar por algunas cartas, no todas las personas que allí estaban, presentaban condiciones de internamiento. "A lo largo de la historia, se han visto muchos ingresos sin garantías. Pero es difícil decidir leyendo sus cartas si estaban o no enfermos o si eran víctimas de algún malvado pariente o deudor, como relatan, porque esas manías persecutorias son frecuentes en las patologías paranoides", dice la doctora en Medicina Olga Villasante, psiquiatra en el Hospital Severo Ochoa, de Leganés, y coautora de este trabajo. Con relación a las monjas, pone Villasante paños calientes. "Si, se quejaban de ellas tanto los médicos como los pacientes, y es cierto que en todos los cuidados siempre hay un potencial abuso, pero ellas estaban siempre allí, no así los médicos, y se encargaban de todo".

De la lectura de aquellas cartas, pueden sacarse muchas conclusiones. ¿Estaban faltos de razón aquellas personas que escribían letras tan sensatas?. ¿No habrían ido a rescatarles sus familiares de haber recibido las misivas en las que mil veces pedían perdón y se arrepentían y rogaban una visita. "Se nos acusa de dementes, de trastornados, y es milagro, Sr. don Manuel, que no perdamos la razón al ver lo que tienen de verdad los mismos que nos desacreditan: cómo dejan olvidados los mejores y más recomendados principios, cómo se erige en autoridad un cuñado, dejando a este lazo de afinidad, por no decir de enemigo, la disposición de bienes y el regir de la persona", lamentaba Raimundo en una carta al doctor.

"Las cartas tienen tanta fuerza por sí mismas que merecían salir a la luz, aparecer con voz propia", manifiesta otro de los autores, Rafel Huertas.

Ciertamente las cartas de unos internos muestran  sus preocupaciones, angustias y miedos, pero también sus resistencias y sus denuncias. Este material epistolar  constituye una valiosa información sobre las características  de la institución, sobre su funcionamiento y sobre la vida cotidiana de su interior. Las cartas recopiladas, aportan valiosos datos acerca de las experiencias, las emociones y las sensaciones de las personas allí asiladas. Son cartas que nunca llegaron a su destino, y que simplemente se adjuntaron a su historia clínica.

(1) Olga Villasante, Ruth Candela, Ana Conseglieri, Paloma Vázquez de la Torre, Raquel Tierno y Rafael Huertas. " CARTAS DESDE EL MANICOMIO". Experiencias de internamiento en la Casa de Santa Isabel de Leganés. Psiquiatria & Cambio Social. Los libros de la Catarata. Madrid.2018.

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