Acceso al abandonado Hospital Psiquiátrico San Rafael.
Interior del hospital , que permanece cerrado desde
el año 2012.
Recorrer los pasillos y las dependencias de un hospital psiquiátrico olvidado en el tiempo, puede hacernos percibir e imaginar las infinitas historias que acontecieron en su interior en el pasado, mientras estuvo en activo.
En esta ocasión, entre los numerosos hospitales de diversa índole que se encuentran en estado de total abandono en España, por quedar obsoletos por construir otros más modernos o, sencillamente, por cerrar sus puertas por circunstancias diversas que impidieron su continuidad, me referiré al Hospital Psiquiátrico San Rafael, situado en Castro de Ribeiras, de Lea (Lugo), para recordar el espeluznante caso de Virtudes, una paciente con esquizofrenia que permaneció en aquel psiquiátrico durante años, y que, por circunstancias diversas acabó destapando las pésimas condiciones de vida de los enfermos asilados en aquel establecimiento hospitalario, que cerró sus puertas en febrero de 2012.
Inaugurado alrededor de los años cincuenta del siglo pasado cuando a los treinta años de su funcionamiento, el nombre de Virtudes ocupó portada de diversos medios de comunicación social en España. El hospital, de 200 plazas de capacidad , acogía al doble de pacientes, que tenían que compartir espacios cada vez más reducidos. El personal sanitario fue quedando en un número reducido para poder asistir y atender a todos los pacientes, al tiempo que los medios materiales fueron escaseando cada vez más. Los pacientes tenían que compartir una letrina por cada veinticinco, y las camas comenzaron a multiplicarse en estancias que resultaban cada vez más reducidas. Todo ello contribuyó al rápido deterioro del propio hospital y los desperfectos en las instalaciones formaban parte de la vida diaria en el interior del psiquiátrico. Abundaban las goteras, provocando humedades en las paredes, pero lo más preocupante fue una de las tantas historias trágicas que esconden este tipo de lugares.
EL CASO DE VIRTUDES.
El caso de Virtudes causó impacto en la sociedad española al conocerse, a través de los medios de comunicación social, los desdichados años que llevaba en aquel establecimiento, con tan sólo 26 años de edad.
Virtudes padecía esquizofrenia. Desde muy temprana edad aparecieron los primeros síntomas, que fueron agravándose con el paso de los años, provocándose autolesiones. Entonces sus padres tomaron una medida tremendamente drástica, como fue encerrarla en una artesana. Rodeada por tojos -- una planta que puede llegar a los dos metros de altura creando una maraña de afiladas espinas -- eran colocadas alrededor de la artesana, con la finalidad de que Virtudes no pudiera escapar. Fueron quince largos años en la que la joven estuvo sometida en aquella situación, hasta que fue trasladada al Hospital Psiquiátrico San Rafael, donde permaneció una década más.
Virtudes se mantenía en posición fetal dentro de la artesana, que únicamemnte abrían sus padres una vez al día para proporcionarle agua y un poco de alimento, que básicamente estaba formado en una papilla de maiz y un poco de leche, y aprovechaban para limpiar los excrementos y orina de Virtudes.
Una primera y fuerte crisis azotó a Virtudes, provocándole unas autolesiones tremendamente impactantes. Con sus propias manos y a consecuencia de su grave desequilibrio sufrido, se arrancó los ojos, y seguidamente comenzó a comerse sus propios dedos, obligando a los sanitarios del hospital a tomar la drástica medida de atarle sus manos a la espalda, y de este modo viviría diez largos años más.
Como puede verse en la fotografía, que apareció publicada en los periódicos de la época, la posición habitual de Virtudes era permanecer contínuamente de cuclillas, incluso para dormir, atendido que jamás pudo conseguir ponerse de pie. Obviamente, el modo de vida durante aquellos largos años encerrada, fue la principal causa para que adoptara aquella posición de por vida, atendido que ni siquiera tuvo la oportunidad de aprender a caminar.
Tampoco podía articular palabra, y solamente emitía algún sonido gutural e ininteligible. Los médicos y otros pacientes sabían que Virtudes se encontraba en un estado de relajación cuando, en su misma posición habitual, balanceaba su cuerpo de un lado al otro, meciéndose a sí misma.
La comida que se le ofrecía consistía en algunas papillas, atendido que era incapaz de tragar y digerir cualquier alimento sólido. En cuanto a las dosis de tranquilizantes eran, básicamente irregulares, al ser su cuadro clínico irreversible y muy complicado , por lo que los médicos no conseguian acertar las dosis, y en consecuencia se basaba en inyectarle tranquilizantes para mantenerla en un estado apacible.
Pero no sólo el caso de Virtudes era el único. Los pacientes asilados en aquel hospital permanecían mezclados en hacinadas habitaciones sin ningún criterio de orden a la hora de dividirlos por tipo de enfermedad y/o gravedad.
Estos problemas de masificación generó muchísimos problemas en el transcurso de los años que estuvo en activo el hospital, que desde el año 2012 en que cerró su actividad se encuentra en estado de abandono, si bien el Ayuntamiento de la localidad trata de preservarlo y evitar los actos vandálicos que deterioren las instalaciones del aquel edificio.
Que tristeza😘
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