El domingo, día 24 de abril próximo, se celebra la festividad de San Benito Menni. El Padre Benito Menni fue el restaurador de la Orden de San Juan de Dios en España (Barcelona, 1867), Portugal y México, y fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús (Ciempozuelos, 1881).
En esta ocasión considero de interés reproducir la "Relación de Sor Balbina Gallo", por ser una de las dos Hermanas que fueron a visitar al Padre Menni cuando se encontraba muy enfermo en la Casa de los Hermanos de San Juan de Dios, en Dinan (Francia).
" París a 26 de Enero de 1939.
Me considero por dichosa por haber conocido a nuestro Rvdmo. Padre Fundador por espacio de 17 años y puedo decir que desde que le vi la primera vez me hizo la impresión de que era un santo y un dechado de todas las virtudes, pero la que más se hacía resaltar era la caridad, pues ninguno de los que acudían a él los despachaba sin ser socorridos, y eso mismo nos recomendaba a sus hijas que nunca despacháramos a ningún pobre sin darle una limosna, según nuestros medios nos lo permitieran, pues él veía en los pobres la imagen de Jesús.
Cuando nos reunía para darnos algunos avisos, siempre recomendaba la caridad y decía que tratásemos bien a las enfermas, que si alguna de sus hijas no las trataba bien, el día del juicio sería su acusador ante el Juez eterno. Lo mismo nos decía con respecto a las niñas pues quería hiciésemos con ellas el oficio de Madres, porque estas criaturitas no tienen otro cariño que el nuestro y que debiéramos de quererlas mucho y tratarlas bien. Nunca nos consentía hablar mal de nadie, y si alguna vez alguna se descuidaba a decir algo contra el prójimo enseguida le hacía callar y a veces mandaba besar el suelo y decía que nunca echáramos a mala parte las acciones de los demás porque no conocíamos las intenciones.
Me tocó estar en París cuando la expulsión de las Congregaciones y nosotras como era natural nos tocaba la misma suerte que a las demás. Vino nuestro Padre para ver si se podía evitar de que nos echasen, y cuando llegó nos encontró a todas sobresaltadas y hablando mal del Gobierno pero pronto nos hizo callar diciendo que en vez de hablar mal rogáramos por ellos y que Dios se valía de ese medio para castigar nuestros pecados y que ésto y más nos merecíamos.
Cuando estalló la revolución en Portugal se encontraba en París y las noticias que venían eran muy alarmantes y como allí teníamos una casa muy importante nos dolía mucho que nuestras Hermanas la tuvieran que abandonar. Ntra. Rvdma. Madre se hallaba aquí en París, y llorando ella y nosotras y quejándonos de las medidas que tomaban los portugueses, llegó nuestro Padre y con su natural calma y serenidad que nunca la perdía nos hizo callar é ir a la Capilla a rogar por los perturbadores de la paz.
En los últimos años de su vida cuando se desencadenó la campaña de persecución de la parte de los mismos que si eran algo, todo se lo debían a nuestro Padre, ante tales persecuciones y calumnias que no nos podíamos callar, mientras él no nos oía, ya podíamos hablar en su favor, pero delante de él, no había medio de decir nada, porque decía "Yo soy un pobre miserable y no merezco más que desprecios y burlas de todo el mundo", él por el contrario hablaba siempre bien de sus perseguidores y los excusaba si algo malo decían de ellos.
Yo me siento muy dichosa de ser la última que he recibido su bendición en Dinan que fué su último destino. Nos encontrábamos postulando no muy lejos de allí, y un domingo nos fuimos a verlo. Cuando llegamos eran las diez de la mañana y estaba en Misa Mayor, nos fuimos a una tribuna y vimos a nuestro Padre en el Presbiterio asistiendo a la Misa con su acostumbrada devoción, que con sólo verle se sentía una impulsada a la piedad. Él no nos vió, pues repito estaba muy recogido. Después de terminar la Misa, vimos al Padre Superior y por él nos informamos del estado de salud de nuestro Padre, nos convidó a pasar el día en su compañía y enseguida le hizo venir al recibidor, unos minutos después apareció ante nuestra vista acompañado del Hermano que lo cuidaba.
Nuestro Padre cuando nos vió no pudo articular una palabra y cayó en una butaca como desvanecido; nosotras aunque procurábamos hacernos fuertes, no pudimos ocultar las lágrinas que nos hacían traición.
Ya vuelto en sí, el buen Hermano se retiró y nos quedamos los tres solos. La primera palabra que dijo fue ésta. "Hijas mías estoy preso". No Padre no diga eso, pues todos le aprecian mucho y aquí está muy bien. "Si, nos dijo, estos Hermanos son muy buenos y me tratan muy bien mejor que yo merezco. ¡Qué alegría me dá el veros, pues yo creía que ya no existíais. ¿Dónde está la Rvda. Madre?. ¿Por qué no viene a verme?. Padre, está en Ciempozuelos. ¿Hay muchas novicias? nos preguntó. Si Padre, el Noviciado está más floreciente que nunca. ¡Ay que alegría me dáis con estas noticias !. Yo ya no puedo visitarlas más, porque soy muy pobre, merezco que me pongan debajo de los pies de todos, y a todos perdono y ruego por mis acusadores que me proporcionan tanto bien para mi alma.
Llegó la hora de comer y lo hicimos junto con él, y estaba tan satisfecho que dijo haber comido como nunca. Después de haber terminado la comida fuimos al jardín a rezar el rosario, al pie de una estátua que había de la Santísima Virgen. Como él no podía permanecer de pie ni ponerse de rodillas se sentó en una silla, y nos dijno que él todos los días rezaba allí el rosario. A nosotras nos colocó una a cada lado sentadas a sus pies. Antes de terminar el rezo vino el Hermano para que fuésemos a dar una vuelta por el Parque, nosotras viendo que nuestro Padre no podía acompañarnos, más contentas nos hubiésemos quedado con él, pero por complacerle a él y al buen Hermano, fuimos y a la vuelta que duró más de una hora, cuando volvimos allí estaba con su rosario en la mano y nos dijo el Hermano que cuando hacía buen tiempo allí pasaba el día. Después asistimos a las Vísperas y a las cinco teníamos que tomar el tren para volver a la póstula. Al decirle que nos teníamos que retirar, le pasó por su semblante una sombra de tristeza, pero reponiéndose al instante nos dijo, "Si, hijas mías, id a donde vuestra obligación y deber os llama". Él estaba sentado en una butaca, nos arrodillamos para recibir su bendición y besarle la mano, y antes que nosotras lo hiciéramos nos despidió con el Ave María Purísima y nos alejamos dejándole muy paciente y resignado.
Sobre ésto de la póstula siempre nos decía que no la tuviéramos por cosa baja, pues el mismo Arcángel San Rafael lo había hecho y acompañaba a los postuladores. Que siempre fuéramos hacia adelante sin quejarnos de nuestras fatigas y que fuésemos con la vista fija en el cielo, y que todo lo hiciéramos por amor a Dios y bien de nuestros prójimos y con una fe viva de que por nuestras fatigas de aquí abajo tendríamos una gran recompensa en el cielo. Sus consejos yo siempre los he considerado como de un santo. Siempre nos inculcaba el espiritualizar nuestras obras exteriores y que obrásemos siempre en la presencia de Dios.
Era delicadísmo en extremo; una vez que se encontraba de paso en nuestra casa de París, se sintió muy fatigado y hubo de retirarse a descansar. Su habitación se encontraba cerca de la sala de labor de las hermanas y yo estaba sola en dicha sala; oí que llamaba y sin tardanza entré en su habitación, para ver que deseaba; cuando vió que entraba sola me dijo: "Tu eres una tonta, pues ya sabes que tenéis que venir siempre dos. " ¿Necesita algo Padre?, le dije. "Vete a buscar otra Hermana y cuando vengáis las dos os diré lo que necesito". Y así lo tuve que hacer; después le pedí me perdonase de haber entrado sola y me dijo que me perdonaba pero que no olvidase nunca lo que tantas veces nos tenía recomendado de ir siempre dos para que fuésemos el Angel custosio la una de la otra.
Voy a relatar una cosa muy curiosa que auque no hay que dar crédito a los sueños para mí aunque sea un sueño, lo que voy a contar, siempre lo tengo en mi memoria y nunca lo he podido alvidar.
Yo nací en un pequeño pueblo sin comunicación alguna con el exterior por no tener ni una carretera que pudiese penetrar ningún carruaje por ser montañoso. Me sentí llamada a la vida religiosa pero yo no conocía ningún convento. Me dirigí al Párroco del pueblo y me propuso unas monjas de clausura. Yo no me sentía llamada a la vida contemplativa y sí a la activa, pero no sabía adonde ir ni a quien dirigirme. Una noche soñé que iba por un camino que conducía a una pequeña montaña, y llegué a la cima y del otro lado se me ofrecía a la vista un valle extenso y muy ameno. Me detuve a contemplar aquel hermoso paisaje con frondosos árboles y hermosas praderas, por medio se encontraba un ancho camino y en este camino estaba un Sacerdote, de estatura esbelta y majestuosa, yo le ví de perfil y estaba como en una grande y profunda contemplación, su mirada fija en el cielo, un rayo de luz que bajaba del cielo venía horizontalmente a terminarse sobre su cabeza, y ahí terminó mi sueño que aunque hace 45 años que lo tuve, no se borra de mi memoria. Por fin ya pude enterarme que en Ciempozuelos había Hermanas que se dedicaban al cuidado de las enfermas dementes y a niñas raquíticas, fundadas por un Padre de la Orden de San Juan de Dios. No necesité saber más, y me fui inmediatamente.
Cuando vi por primera vez a nuestro Padre Fundador me quedé atónita, pues me parecía aquel santo varón que yo había visto en el valle de mi sueño, y toda mi vida lo tengo como un milagro patente.
Nunca terminaría de ensalzar las grandes virtudes de nuestro amado Padre, pues eran muchas y grandes. Quiera Dios que éstas mis sencillas indicaciones sirvan algún tanto para su justa beatificación.
Sor Balbina Gallo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario