domingo, 4 de febrero de 2018

EL DR. JOSÉ ÁLVAREZ-SIERRA EXPLICA COMO CONOCIÓ AL PADRE BENITO MENNI.

 Dr. José Álvarez-Sierra


Portada del libro "El Padre Menni y su obra", donde su autor, Dr. José Álvarez-Sierra explica en sus primeras páginas, cómo conoció al Padre Menni.


El jueves, 11 de enero pasado, colgué en este mismo blog un post "Influencia de San Juan de Dios y de su Orden, en el progreso de la Medicina y la Cirugía", (Madrid. 1950), del Dr. José Álvarez-Sierra,  premiado en el Certamen Literario del IV Centenario de San Juan de Dios. (http://vendrellcampmany.blogspot.com.es/2018/01/influencia-de-san-juan-de-dios-y-de-su.html).

Hace algún tiempo tuve ocasión de saber las circunstancias que concurrieron para que el Dr. José Álvarez-Sierra conociera al Padre Benito Menni, con el que mantuvo   una muy buena amistad.

Lo explica el propio Dr. Álvarez-Sierra en las primeras páginas de su libro "El Padre Menni y su Obra" (1) en estos términos:

"Era el mes de febrero del año 1907; uno de esos febrerillos locos que en cuestiones médicas  rayan en los más absurdos límites, ya que junto a la enfermeria clásica del invierno, hace incursiones la bonanza de las leves afecciones primaverales. Yo estudiaba cuarto año de Medicina y era interno del Hospital Clínico y del Provincial. En el Colegio de Nuestra Señora  del Recuerdo de Chamartín de la Rosa, residencia de los padres jesuítas, estaba el famoso padre Coloma, fecundo escritor, autor de la novela Pequeñeces, académico de la Lengua y de la Historia, uno de los grandes prestigios de la orden ignaciana y del Madrid periodístico literario. Estaba enfermo  con un proceso arterio-esclerósico e insuficiencia cardíaca, pero todo ello sobre el fondo de una antigua neurastenia...

Habían recetado al padre Coloma unas inyecciones de Arrhenal, alternando con otras de sulfato de estricnina. Aun cuando allí tenían un magnífico y competente enfermero, le había tomado manía  y no se dejaba pinchar por él. Pidió que fuese de Madrid algún practicante y el padre Miguel Martínez y Martín Ropero, que antes de hacerse jesuíta  había sido médico y profesor auxiliar del Colegio de San Carlos, me llamó para que yo fuese todas las tardes y me llevarían en el carruaje de la comunidad...

Una de las tardes cuando estaba hirviendo la jeringa, se acercó para ayudarme un religioso que vestía el hábito de San Juan de Dios. Alto, sin demasiada estatura; erguido, sin el gesto petulante de los que presumen de buen tipo, y unos ojos de mirar profundo que me impresionaron. Después de haber puesto la inyección, me felicitó por la habilidad con que había practicado la pequeña operación de cirugía menor y me dijo que él  era practicante y había puesto muchas. Surgió entonces la inevitable presentación, que hizo el padre Martín Ropero, quien por cierto era pariente de mi madre. Aquel fraile de sotana negra con el escapulario de los hospitalarios era ni más ni menos que el padre Benito Menni, o,h., de quien había escuchado en numerosas ocasiones magníficas referencias como fundador y provincial del manicomio de Ciempozuelos. Estuvimos conversando largo rato. Hombre de amena charla era escuchado con respeto y atención por el padre Coloma, que como todo el mundo sabe presumía de buen conversador. Cerca de dos horas estuvimos compartiendo. Derivada la conversación a mi condición de futuro galeno, me manifestó su gran simpatía por la medicina,  que conceptuaba  como la más interesante, útil y digna de las profesiones universitarias...

Sin darse importancia, expresándose de modo ameno, con pinceladas de fino humorismo, hizo desfilar delante de mis ojos de aprendiz de médico una visión muy perfecta del estado de la neuropatología en aquella época. Recuerdo dos frases que hicieron impacto en mi memoria. Una de ellas  respecto al hipnotismo -- en aquellos años muy de moda -- afirmando que en las mujeres histéricas aun cuando al principio proporcionaba curaciones espectaculares, a la larga, las ponía más chifladas -- fue su frase -- de lo que estaban con anterioridad. Otra, la sentenciosa afirmación: el que perdió la cabeza, tenía muy poco que perder, refiriéndose a los locos.

Salimos juntos del convento de Chamartín y me invitó a subir en su carruaje, llevándome hasta mi casa. En el camino fui confirmando que me encontraba ante un hombre excepcional, que poseía una clara visión de los problemas médicos y sociales. Parte de nuestra conversación versó sobre el genial novelista padre Coloma, a quien habíamos dejado hablando y discutiendo con otros dos famosos jesuítas...

El padre Menni me hizo observaciones muy atinadas del padre Coloma, formulándome juicios muy concretos y certeros  sobre este sacerdote de ejemplares virtudes...

En aquellos tres cuartos de hora  que duró nuestro viaje hasta el centro de Madrid, quedé maravillado de los juicios certeros que rápidamente hacía  de hechos y personas y que coincidían con los que yo venía observando en la celda del padre Coloma.

Menni me invitó a que fuese alguna mañana por el asilo de niños escrofulosos del paseo de las Acacias donde pensaba estar un par de semanas y también al manicomio de Ciempozuelos para presentarme al director facultativo doctor Rodrigo.

Alguna que otra vez coincidimos en Chamartín, pues su presencia y conversación atemperaban los nervios desatados por el autor de Pequeñeces, pero cuando le suspendieron  las inyecciones, un poco contra la voluntad del  enfermo, por ser una terapéutica que le agradaba, dejamos de vernos.

Pasaron varios años y en marzo de 1912, determinismos de la madre casualidad, me llevaron a ser médico director del hospital - asilo San Rafael, para niños escrofulosos, raquíticos y lisiados de la carretera de Chamartín de la Rosa. De ello me consta que se alegró mucho el padre Benito Menni. Tengo para mi  que en aquella designación  por los padres Federico Rubio y Fautino Calvo, acaso influyese la opinión del general de la orden. Por eso, cuando ocurrió, tuve un gran sentimiento al conocer su fallecimiento y acudí a la frontera de Irún acompañando a varios superiores de la orden de San Juan de Dios cuando llegaron sus restos a España y los trajeron a Ciempozuelos" 

(1)  Dr. José Álvarez-Sierra. "El Padre Menni y su Obra". Editorial Hospitalaria. Barcelona. 1968. Páginas 7, 8 y 9.



 

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