martes, 20 de marzo de 2018

UNA VISITA AL HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS, DE BARCELONA, QUE ROMPIÓ EL ALMA DEL ESCRITOR Y POETA RAMÓN SURIÑACH SENTÍES ( DICIEMBRE DE 1913)

Ramón Suriñach Sentíes.


He tenido ocasión de localizar, en la hemeroteca de "La Vanguardia", un amplio comentario referido a un artículo publicado en La Veu de Catalunya por el escritor y poeta catalán Ramón Suriñach Sentíes, a raiz  de una visita que efectuó al Hospital de San Juan de Dios, de Barcelona. Atendido su  interés, paso seguidamente a reproducirlo literalmente sin más comentarios.

"Iniciativa generosa

POR LA OBRA DE SAN JUAN DE DIOS 

El distinguido poeta catalán don Ramón Suriñach Sentíes, en un artículo publicado en La Veu de Catalunya hace pocos días con el título " Una gracia de Caritat", describe conmovido, una visita hecha al hospital de niños pobres de San Juan de Dios. La impresión que causa el artículo es lacerante; la pintura muerde, verídica y llena de emoción, en las entrañas. Las tristezas, las miserias, los dolores que se albergan en ese hospital son tan hondos, son tan grandes, que algunos no tienen nombre: lo único que lo tiene es la caridad, la abnegación de los humildes religiosos que cuidan, vigilan, curan y consuelan  á esos niños ciegos, tullidos, cretinos, epilépticos, escrofulosos, tuberculosos, llagados por las lacras más horribles que se conocen en la tierra: esa abnegación se llama amor á Dios.

El escritor ha salido de aquel albergue de toda humana miseria llenos los ojos y las entrañas de piedad por tantas lacerías y de admiración  por tanta caridad, y dando á su pluma el empleo más alto que puede tener la pluma de un escritor, pide, clama por una limosna, una gracia de caritat, en ver de ese hospital, no tan sobrado de recursos que no falten á veces en él cosas muy precisas, y en la administración de La Veu de Catalunya ha abierto una suscripción. Y recordando que se acerca la fiesta en que se conmemora con tan universal alegria el nacimiento del que nació pobre, humilde, entre pajas, en la época más fría del año, insiste, manda circulares, da á ver su artíuculo, se dirige á todos para que se esparza la voz de que hay en ese hospital verdaderas y urgentes necesidades, y llama á los corazones en demanda de una limosna.

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Sale el escritor del hospital y hace una confesión: "Yo no había visto nunca el dolor tan cerca". ¡Cuántos podrán decir lo mismo que él !. ¡ Ver el dolor de cerca !. Esto es lo que nosotros, al corresponder al clamor del auxilio del distinguido poeta, quisiéramos pedir á nuestros lectores: "Id á ver eso de cerca", y no habría necesidad de mover la pluma, ni suplicar, ni pedir más, ni de abrir suscripciones ni de organizar fiestas ni de más llamamiento que ese: el de la visión del dolor de cerca, de muy cerca. Y no habría peligro de que al salir de este albergue de toda lacería saliéramos avergonzados de ser  hombres, de maldecir a los hombres, no habría el peligro de que al ver como esos dolores  no alcanzan  de los felices de este mundo todo el alivio que pudieran darles, blasfemáramos de la sociedad, no: porque al lado de esos  niños que se arrastran como gusanos y de otros que no ven y de esos otros  que "tienen cara de viejos" á los diez años, á fuerza de padecer, se levanta en su humilde sayal el hombre en su más augusta representación: en el hombre lleno de caridad, y ese hombre y ese sayal nos enorgullecen de ser hombres.

Hay que decirlo así, declararlo así en voz muy alta y á la faz de todo el mundo: esos hombres, metidos hasta el cuello en esos albergues de dolor, constituyen lo único que puede reconciliar al dolor con el bienestar de este mundo y para que nosotros podamos gozar en paz de los bienes de este mundo es necesario que nos hagamos un poco como ellos, cuando no de otra manera, cediendo algo de lo que no nos es necesario, para ayudarles á ellos en su obra de santidad y participar de alguna manera de sus méritos.

Nosotros unimos gustosos nuestra voz á la del joven escritor y poeta, pidiendo con él, insistentemente, con toda la eficacia de nuestra palabra y nuestra pluma, una limosna por Dios, y a los más desocupados, á los más poderosos, á aquellos á quienes de cuando en cuando les serviría  de beneficiosa enseñanza una más completa visión de la vida, una visita á ese santo hospital, en donde todos los días y á todas las horas se renuevan las proezas de caridad que llevó á cabo el gran fundador San Juan de Dios y que llenaron de asombro á  los hombres del siglo XVI." (1)

(1) "La Vanguardia" Miércoles, 17 de diciembre de 1913. Pág. 5 

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